domingo, 7 de noviembre de 2010

Gaudí, ecología y espiritualidad

El artista catalán fue el primero de su época en darse cuenta de que la arquitectura se había alejado de la naturaleza y decidió devolverle las dimensiones del ser humano. Texto: Octavi Piulats
La fama de Antoni Gaudí no conoce fronteras. Sin duda, es el arquitecto español más conocido universalmente, pero poca gente sabe, por ejemplo, que era vegetariano, además de uno de los primeros naturistas catalanes. Seguidor del alemán Kneipp, realizaba largos ayunos para curarse de sus enfermedades.
Su naturalismo desembocó en la madurez en un misticismo religioso nada convencional. La prueba máxima de todas esas tesis la encontramos en una de sus obras maestras, el Park Güell. En este artículo comentaremos esta vertiente desconocida del arquitecto, cuyas posiciones intelectuales hoy denominaríamos ecológicas y espirituales.
Gaudí nació en 1852 en Reus, o quizás en Riudoms –ambas localidades se lo disputan–, en la provincia de Tarragona. Sus padres eran campesinos y vivían en una pobre masía cerca de Riudoms. Debido a la precariedad económica, siendo aún adolescente, entró a trabajar en una fábrica textil. Sus padres, sin embargo, advirtieron pronto su capacidad intelectual y la de su hermano Francesc y, con gran trabajo, consiguieron que ambos hiciesen el bachillerato en la ciudad de Reus. A continuación, los hermanos se marcharon a Barcelona; Gaudí, para entrar en la recién creada Escuela de Arquitectura, y Francesc, para matricularse en la Facultad de Medicina. En la ciudad, tuvo toda clase de empleos para costearse los estudios. Trabajó con diversos delineantes, carpinteros y maestros de obras, lo que sería fundamental para su obra posterior.
Aunque nunca fue un estudiante modelo –prefería pasarse las horas en las bibliotecas fomentando su formación autodidacta–, con 26 años obtuvo el título de arquitecto. En la ceremonia, el decano arquitecto y profesor suyo murmuró la frase que más tarde se haría célebre: “No sé si entrego el título de arquitecto a un genio o a un loco.” Y es que ya en su época de estudiante, Gaudí era conocido por sus ideas totalmente diferentes a las de la arquitectura de la época.
Seguidor del naturismo El nombre de las personas no es arbitrario. En el caso de Gaudí, “Antonio” significa, en el gentilicio romano, “el que se enfrenta a la adversidad”. Por lo que respecta a su primer apellido, Gaudí, es oriundo de la Cataluña norte, hoy francesa, y se parece al verbo catalán “gaudir”, que significa “disfrutar” de la vida. El segundo apellido, Cornet, est compuesto de dos palabras catalanas: “cor” (corazón) y “net” (limpio).
De joven, a Gaudí le gustaba vestir elegantemente y con ropas de alta calidad, pero a medida que fue madurando, empezó a decantarse por la simplicidad en la vida, hasta que a los 40 años entró en contacto con las ideas naturistas. Entonces, su vestimenta empezó a ser más sencilla y su dieta, más frugal. Se cuenta que siempre llevaba en los bolsillos unas cuantas almendras tostadas y avellanas para ir alimentándose a lo largo del día. Cuando se sentía enfermo, no acudía a la medicina oficial de la época, sino que seguía las instrucciones del naturista Kneipp. De joven había padecido de reumatismo articular y durante toda su vida utilizó la hidroterapia para controlar la enfermedad. También sufrió una supuesta anemia cerebral y, más tarde, unas fiebres de malta, de las que se recuperó gracias a la medicina natural.
Su mala salud llevó al famoso arquitecto a entrar en contacto con el movimiento naturista vegetariano, que a la sazón empezaba a tener adeptos en Cataluña. Existe una carta en la que declara: “Sospecho que mis enfermedades no necesitan medicamentos, sino cambios de vida”. Fue entonces cuando leyó los libros de Kneipp y, posiblemente, de Kuhne, que acababan de ser traducidos al castellano, y cuando adoptó una dieta ovoláctea para mantenerse sano. Sabemos que ante graves enfermedades, el artista solía ayunar. De hecho, en algunos periódicos de la época se publicaron dibujos del famoso Opisso en los que se mostraba a Gaudí ayunando, lo que solía despertar la hilaridad entre la sociedad catalana de su tiempo.

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